Hubo alguien que comprendió la profunda esencia de la comunicación consciente entre especies de diferentes reinos. Alguien que hizo crecer en nuestro corazón un jardín emocional, un abanico de formas y colores enraizados en la profundidad de nuestra tierra interna.
Edward Bach, siguió el camino de Hahnemann, comprendiendo el valor de las plantas como inequívocos ayudantes de nuestro desarrollo de conciencia y por lo tanto de la manifestación física. Se dirigió a investigar el uso de las flores como herramientas curativas, en vez de raíces, tallos y hojas. Se quedó con el perfume, con el vibrante espectro con el que iluminan las flores, el sitio del alma.
Allí surgieron los nombres que hoy en día nos resuenan y ya podemos identificar por lo menos con una palabra como definición: Holly, la esencia para el desarrollo del amor incondicional, Estrella de Belén para recordarnos que somos uno con la divinidad, Willow para sanar el rencor y perdonar.
Bach abrió un surco en el jardín del edén y a él le siguieron muchos otros duendes botánicos, descubriendo los mágicos poderes del reino vegetal en su corona preciosa el reino de las flores.
Y llegó Sunflower para trabajar los temas de la esencia masculina, Mariposa Lily que nos ayuda a descubrir nuestra madre interna y así miles y miles de estrellas terrenales. El reino vegetal es el asistente evolutivo hacia el desarrollo de una conciencia amorosa y sabia , síntesis del viaje del espíritu.