El matrimonio del Olmo y la Vid fue pintado abundantemente en Europa, entre el siglo XVI y el XVIII. El Olmo italiano, probablemente de origen turco, fue el andamio eficaz para sostener la vid y sus preciosos frutos, dadores del vino.
Ulmus Procera (su nombre latino) con su resistencia, flexibilidad y follaje es el que sostiene y ampara la febril enredadera, productora de uvas. La cuida del viento, resiste su peso y garantiza el nacimiento de sus flores y frutos.
La esencia floral de Bach: Elm, es el remedio para el agobio, para la sensación de estar sobrecargado, la de soportar un peso imposible de sostener.
Elm no es Oak (el roble), quien protege desde su enramada la vida bajo su sombra. Elm forma bosque rápidamente y se asocia con facilidad a la enredadera adiestrada por los hombres a repararse en su existencia.
Es el que garantiza las condiciones y apoya el desarrollo del fruto que otros entregaran, nos habla del espíritu colectivo, de la colaboración, de los principios morales y del agobio cuando se pierde el concepto de red y de destino común.
Elm nos revela la condición gregaria, nos permite reconocernos en la tribu, como seres individuales jugando un irremplazable papel en el destino de la humanidad y el planeta.
Nuestra historia ha sido contada por medio del mito del héroe y ese rastro simbólico anida profundamente en el inconsciente colectivo, esto hace pensar que el individuo a la cabeza de la masa, es el gestor de los cambios sociales y culturales. El olmo con su humildad, elegancia y belleza nos recuerda el valor de la colaboración, de las funciones que garantizan el nacimiento milagroso del fruto. Elm es una esencia floral muy importante en la era de Acuario, donde lo colectivo hará su irrupción, hermanado con el desarrollo individual.
Elm trabaja sobre el Bazo y los sentimientos de preocupación que lo aquejan. Ayuda a la distribución de los líquidos, nos otorga identidad dentro del colectivo, nos permite dimensionar nuestro rol en el seno de la comunidad, el propósito se aclara y la calma retorna, confiriéndonos las virtudes de la persistencia, voluntad y fuerza para fructificar nuestra esencia divina.