Los kinesiólogos, somos aventurados exploradores de éste sinuoso camino por medio del cuál accedemos a la verdad celular. Al instalar como hábito nuestra experticia en aplicar protocolos y test, casi damos por sentado, que nuestro ejercicio es completamente natural y entendido por nuestros consultantes, resto de mortales y nosotros mismos en primer lugar.
¿Cómo es la respuesta muscular que se desata al aplicar una provocación? ¿Cómo es posible que podamos identificar eventos traumáticos con lujo de detalles y fechas exactas o de gran aproximación a los sucesos vitales de nuestros consultantes?
La respuesta no es tan sencilla, como conocer a pie juntillas, el proceso neurofisiológico de la respuesta muscular. Muchos más interrogantes se abren y son un reto a develar, un nuevo acicate para continuar con el proceso de investigación de esta extraordinaria forma de comunicación que manifiesta la capacidad de nuestro sistema vital, de operar como un emisor y receptor de señales.
Los estímulos externos, tal como, la presión de un punto de acupuntura o la exposición de nuestro cuerpo a un estrés electromagnético o químico, nos brindan una respuesta inmediata, un reflejo claro sin atisbo de duda, sin embargo cuando un pensamiento emitido a distancia sobre el campo del paciente produce la misma respuesta sin haber una contigüidad de contacto, las preguntas se avecinan y aún no hay una respuesta satisfactoria.
En cuanto a la precisión de la ubicación temporal de los eventos traumáticos que vivenció nuestro paciente y la relación con el presente hay algunas pistas interesantes que podemos explorar.
Javier Monserrat, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, en un artículo titulado: «Engramas neuronales y teoría de la mente» nos aporta en primer lugar una definición de mente, amplia y holística en todo el sentido de la palabra: «¿Qué entendemos por mente? Nos atrevemos a ofrecer incluso una definición tentativa: aquel conjunto sistémico de recursos físicos, biológico-neurológicos y psíquicos que sustentan en el organismo viviente humano los procesos de detección de información y la elaboración de las respuestas adaptativas al medio en la forma específicamente humana.»
Más a gusto para un kinesiólogo, que esta respuesta, será difícil encontrar, pues el término mente definiría todo el campo al que nos dirigimos en una sesión, podemos dejar de lado por fin el viejo paradigma cuerpo-mente, las divisiones entre niveles: emocional, estructural , químico, energético , pues comprenderíamos de una buena vez por todas que esas divisiones, son solo limitaciones de nuestra manera de intervención actual todavía mecanicista. «Los procesos de detección de información y la elaboración de las respuestas adaptativas al medio» definen claramente el proceso del biosistema al que nos aproximamos a la hora de la consulta y a su vez es la forma real en la que nos comunicamos entre campos: el del kinesiólogo y el del paciente.
Comprender el procesamiento de la memoria, es crucial para entender cabalmente el fenómeno de la regresión en la sesión a fin de encontrar el evento significativo que se repite en el presente del consultante. Aquí podemos echar mano nuevamente del artículo de Javier Monserrat: Define al cerebro como «una estructura centralizada de engramas¨» y a partir de allí nos conduce por un fascinante camino, el de la evolución del sistema nervioso. Para comprender el concepto anterior toma como ejemplo la evolución del sentido de la vista.
Monserrat nos dice: «En una zona de la superficie externa del organismo unas determinadas células se hacen “sensibles” a la luz externa, esto es, a la radiación electromagnética ambiente específica (la zona de frecuencias del espectro visible de la luz). En esa célula –que es ya para nosotros un fotorreceptor que, junto a otros, llegará a formar una retina- la luz produce una transformación químico eléctrica que dispara el impulso nervioso que se transmite a lo largo de su axón. Si ese impulso nervioso se perdiera en el organismo, después de un recorrido lineal no pasaría nada; incluso si se perdiera después de haber transmitido el impulso nervioso a una u otras células (neuronas) distintas. Pero la forma más obvia de terminar el impulso que se transmite es quedar encerrado en un bucle neuronal: una estructura de neuronas, aunque sea muy simple, cuatro o cinco neuronas (o células que transmiten ese tipo de impulso nervioso), en la que queda encerrado reverberando; es decir, reflejándose de una neurona a otra en un bucle cerrado.»
Queda claro entonces que es un bucle neuronal y ahora nos aclara aún más: «Al hablar de bucles neuronales nos estamos refiriendo ya al concepto de engrama neuronal. En el marco de la diversificación celular, las neuronas son aquellas células que se especializaron en transmitir los estímulos nerviosos, producidos, a su vez, por la actuación sobre ellas de ciertos eventos físicos internos o externos; por ejemplo, la radiación electromagnética de la luz.» Esta definición de la red neuronal es importantísima pues se constituye desde un principio como una efectiva red de estímulo respuesta que permite la mejor adaptación al medio. Ello se produce porque cualquier estímulo presente va a ser contrastado con el engrama guardado donde «reverbera» la anterior experiencia archivada junto al estímulo que la desató y las resoluciones de respuesta que se produjeron en dicho momento. La memoria de todas las acciones de nuestro sistema nervioso se guardan en bucles neuronales y todas las acciones de nuestra red neuronal, son ni más ni menos que la codificación de nuestra vida.
De manera que el conjunto de provocaciones, léase: mudras, sustancias, devoluciones psicoterapéuticas, junto con el conflicto actual del paciente, provocan una conexión neuronal que apela a la memoria encriptada en los engramas. ¿Puede ser una buena explicación para entender los fenómenos poéticos y mágicos que ocurren en nuestras consultas? Allí les dejo el interrogante.
Elsa Noemi Am